EL POZO
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Para encontrar el agua de vida, deberás dedicar todo tu energía un sólo manantial y profundizar y profundizar de manera flexible, hasta que despierte su brote vital.
En un lejano reino en donde los mares del Sur se cruzan y mezclan con los del Norte, vivía un hombre de culta y refinada sensibilidad que sentía un intenso y lúcido deseo de entregar su corazón a la princesa de sus sueños, y vivir de manera cálida y entrañable el amor con mayúsculas que había sentido en ráfagas de luz y a veces, observado en el brillo de los ojos de los amantes.
Gorka que era así como se llamaba, se había enamorado en muchas ocasiones a lo largo de su vida. Podría decirse que más o menos cada dos años cuando su amor llegaba a un punto de inflexión, todo se desmoronaba, por lo que se enfrentaba a una dolorosa pérdida, y una depresiva destrucción del castillo que él y su amante, habían construido entre besos y sueños de primavera.
Pero pasado un tiempo, Gorka se remontaba de sus dolores y huellas de dolor y aprovechando una ocasión en la que los ángeles tocan sus arpas y se abren las puertas, conocía de nuevo la pasión y más tarde el amor a través de un nuevo rostro, que él llegaba a creer que representaba el alma gemela definitiva con la que compartir las lágrimas y las risas del curso de la vida... Gorka soñaba en alcanzar el día en el que poder acercarse al umbral de la muerte unido a su pareja en un solo ser.
Como quiera que era un joven culto e inteligente, y poseía esa rara cualidad de conocer a fondo el corazón femenino, cuando percibía a una mujer que conmocionaba su pecho, no tardaba en activar todo su ardor y entusiasmo, y en efecto, al poco se disolvían las resistencias y las defensas que habrían dejado los recuerdos de dolor de viejos amores, y una vez más surgía el manantial primordial del eterno filtro rosa de la ternura y la expansión.
Aquella tarde Gorka se encontraba apesadumbrado...
habían pasado tan sólo cinco meses desde la última separación y ya sentía deseos casi adictivos de volver a instalarse en el dragón ascendente de la búsqueda de esa agua de vida que su alma sentía necesitar... sin embargo algo en su interior no cesaba de inspirar que tenía que cambiar, que un nuevo y luminoso conocimiento debía incorporar y experimentar antes de entrar en una nueva aventura hacia la profundidad. Sin embargo ¿qué podía hacer? ¿a quién podría recurrir?
En realidad se sentía harto de consejos de amigos y manuales con recetas para el buen amor. ¿qué podría hacer...? se repetía y repetía contemplando las hojas de otoño que se alejaban barridas por el viento. Poco a poco y mientras su corazón reverberaba en esta desesperada invocación de respuesta, se fue quedando medio dormido, cuando de pronto, un extraño aroma de rosas invadió su ser acompañado de un sentimiento de paz profunda, muy profunda... al instante, se abrió ante sus ojos una escena que despertó toda la atención de su conciencia...
Se trataba de un hombre algo parecido a él, que parecía estar buscando agua para fertilizar sus campos. Llegado a un lugar, se detuvo y comenzó a cavar un pozo, pleno de ilusión y expectativa en su rostro. Pero una vez había cavado hasta una profundidad de veinticuatro codos, al no hallar vestigio de agua, abandonó el lugar y frustrado y triste comenzó a elegir otro sitio para cavar. Al poco se detuvo ante un nuevo lugar y con la misma expectación y entusiasmo cavó allí otros veinticuatro codos, pero como tampoco encontraba el agua de vida que necesitaba, abandonó su búsqueda con la misma cara de tristeza y frustración... Eligió un tercer lugar y cavó también a la misma profundidad y con el mismo entusiasmo, pero fue en vano, tampoco halló el agua de vida. Al final completamente disgustado se sentó a llorar por su suerte y mal decir el resultado de su vida...
¿qué puedo hacer? se decía...
De repente, sucedió que pasaba por allí un sabio de mirada profunda y serena que deteniéndose junto a él, dijo:
Si hubieras tenido la paciencia de dedicar aunque fuera la mitad de tu labor al primer pozo, en vez de cambiar de un lugar a otro, seguramente habrías encontrado agua... así ocurre con los hombres que huyen constantemente del camino de sus metas y no dedican toda la inteligencia y corazón a su gran objetivo.
Para encontrar el agua de vida, deberás dedicar todo tu energía un sólo manantial y profundizar y profundizar de manera flexible hasta que despierte su brote vital.