LA CASA EN EL CIELO
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Una Señora soñó que llegaba al cielo y que, junto a las ciento veinte mil personas que mueren cada día, estaban haciendo fila para saber cuál era su destino eterno.
De pronto apareció San Pedro y les dijo: Vengan conmigo y les mostraré en qué barrio está la casa que le corresponde a cada uno. Aquí la única cuota inicial que se recibe para su habitación eterna es la CARIDAD, traducida en obras de misericordia, comprensión, respeto por los demás, interés por la salvación de todos.
Los fue guiando por barrios primorosos, como ella jamás hubiera pensado que pudieran existir. Llegaron a un barrio con todas las casas en oro; puertas doradas, techos dorados, pisos de oro, muros de oro. Qué maravilla...
San Pedro exclamó: Aquí todos los que invirtieron con mucho dinero en ayudar a los necesitados. Aquellos a quienes su amor a los demás, sí les costó en la tierra. Y fueron entrando todos los generosos, los que partieron su pan con el hambriento y regalaron sus vestidos a los pobres, y consolaron a los presos y visitaron enfermos.
La Señora quiso entrar pero un ángel la detuvo diciéndole. Perdóneme, pero usted en la tierra no daba sino migajas a los demás. Jamás dio algo que en verdad costara, ni en tiempo, ni en dinero, ni en vestidos. Este barrio es solamente para los generosos. Y no la dejó entrar.
Pasaron luego a otro barrio de la eternidad. Todas las casas construidas en marfil. Qué blancura, qué primor. Los pisos de marfil, los techos de marfil.
La Señora se apresuró para entrar a tan hermoso barrio pero otro ángel guardián la tomó del brazo y le dijo respetuosamente: "Me da pena pero este barrio es únicamente para aquellos que, en el trato con los demás fueron delicados, comprensivos y bondadosos. Y usted era muy dura, falsa y criticona, y a veces hasta grosera en el trato con los demás". Y mientras todos los que habían sido exquisitos en sus relaciones humanas, entraban gozosos a tomar posesión de sus lujosas habitaciones, la pobre mujer se quedaba por fuera, mirando con envidia a los que iban entrando a tan esplendoroso barrio. Le faltaba la cuota inicial... haber tratado bien a los demás.
Siguieron luego a un tercer barrio. Aquello era lo máximo en luminosidad y belleza. Todas las casas eran de cristal. Pero de unos cristales excepcionalmente brillantes y hermosos. Paredes de cristales multicolores, techos de cristales refractarios, ventanas de cristales que parecían arco iris.
La Señora corrió a posesionarse de una de aquellas maravillosas habitaciones, pero el ángel portero la detuvo y le dijo muy serio: En su pasaporte dice que usted no se interesó por enseñar a las personas que estaban a su alrededor, el camino del bien, la verdad y este barrio es exclusivamente para las personas que ayudan a los otros a buscar la felicidad.
Aquí se cumple lo que anunció el Profeta Daniel: Quienes enseñen a otros a ser buenos, brillarán como estrellas por toda la eternidad". Y usted nunca se preocupó porque las personas que con usted vivían se volvieran mejores. Así que aquí no hay casa para usted. Le falta la cuota inicial... Haber ayudado a los otros a cambiar.
Entristecida la pobre mujer veía que entraban muchísimas personas radiantes de alegría a tomar posesión de su habitación eterna, mientras ella, con un numeroso grupo de egoístas era llevada cuesta abajo a un barrio verdaderamente feo y asqueroso. Todas las habitaciones estaban construidas de basura. Puertas de basura. Techos de basuras. Los gallinazos sobrevolaban sobre aquella hediondez; ratones y murciélagos rondaban por allí.
Ella se puso un pañuelo en la nariz porque la fetidez era insoportable y quiso salir huyendo, pero el guardián del barrio le dijo con voz muy seria: Una de estas casas será su habitación; puede pasar a tomar posesión de ella.
La angustiada mujer gritó que no, que era horrible. Que no sería capaz de habitar en ese montón de basuras. Y el ángel le respondió: Señora, esto es lo único que hemos podido construir con la cuota inicial que usted envió desde la tierra.
Las habitaciones de la eternidad, las hacemos con la cuota inicial que las personas mandan desde el mundo. Usted solamente nos enviaba cada día egoísmo, maltrato a los demás, murmuraciones, críticas, palabras hirientes, tacañerías, odios, rencores, envidias ¿Qué más podríamos haberle construido? Usted misma nos mandó el material para hacerle su "MANSIÓN".
La mujer empezó a llorar y a decir que no quería quedarse a vivir allí y de pronto, al hacer un esfuerzo por zafarse de las manos de quien la quería hacer entrar en semejante habitación, dio un salto y se despertó. Tenía la almohada empapada de lágrimas.
Pero aquella pesadilla le sirvió de examen de conciencia y desde entonces empezó a pagar la cuota inicial de su casa en la eternidad. Generosidad con los necesitados, bondad en el trato con los demás, preocupación por enseñar a otros el camino del bien.
¡Qué tal si empezamos a pagar LA CUOTA INICIAL!