PERMANECIENDO ABIERTOS A LOS MILAGROS
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Hay una antigua historia india sobre un príncipe que estaba cazando, cuando le dispararon una flecha envenenada en el corazón.
La flecha parecía haber salido de la nada. Antes de que los médicos pudieran empezar a administrarle sus medicinas, el príncipe ordenó: "primero decidme qué veneno hay en la flecha".
Una vez que el veneno fue identificado, los médicos se dispusieron a empezar sus tratamientos. Pero el príncipe ordenó:
"Primero decidme con qué material está hecha la flecha". Cuando se lo dijeron, pregunto quién podía haber hecho la flecha. Durante todo ese tiempo el veneno de la flecha se iba extendiendo por su cuerpo.
El príncipe empezó a debilitarse, pero estaba tan furioso porque le hubieran disparado que dijo a sus doctores: "Primero debo saber quién me disparó.
Deben traerle hasta mí, para que pueda preguntarle quién le envió".
El príncipe pidió entonces que llamaran a su consejero espiritual. Necesito saber por qué ha ocurrido esto, dijo.
Finalmente murió, con la flecha aún clavada en el corazón...
En la historia, el príncipe es un símbolo del ego. No está dispuesto a ser curado. Primero quiere entenderlo todo y luego dejará a sus médicos que lo curen. Su tozudez en querer entenderlo todo es lo que finalmente le mata.
Es un error muy común el pensar que la curación requiere comprensión. No es así. La comprensión puede servir de ayuda, pero no es un requisito imprescindible para la curación. Con frecuencia el proceso de curación se ve bloqueado, retrasado y complicado por una insistencia (tanto por parte del paciente como del profesional consultado) por llegar a la raíz de toda comprensión primero.
Demasiado análisis, disección, ruptura, separación y lógica pueden cerrarnos en lugar de abrirnos. Por tanto, estar abiertos a la curación es más importante que tratar de entenderla.
La tentación de jugar a los médicos y controlar nuestra curación puede inhibir agentes esenciales como la confianza, el estar abiertos, la disponibilidad espontánea, el pensamiento posibilista y la relajación. El control está motivado a menudo por el miedo, y este suele evitar la aceptación y la disponibilidad. Así pues, la curación tiene lugar cuando abandonamos el control, no cuando lo mantenemos.
Cualquier cosa puede ayudarnos a curar una vez que estemos dispuestos a aceptar curarnos incondicionalmente. Abandonemos pues nuestros prejuicios. Escuchemos cualquier oferta de ayuda que se nos ponga adelante.
No descartemos soluciones antes de haberlas probado. Los antidepresivos tienen su lugar. La medicina alternativa puede funcionar. El consejo profesional y la psicoterapia tienen su valor. El médico puede escucharnos mas de lo que creemos. El perdón puede ser la respuesta.
El estar dispuesto es como la electricidad que hace funcionar nuestros electrodomésticos. Sin electricidad nuestro teléfono, nuestra lavadora, nuestro ordenador y nuestro televisor son inútiles.
De igual modo, si no estamos dispuestos, no funcionará ningún tratamiento curativo.
Una vez lo estemos, cualquier cosa puede funcionar, sobre todo si abandonamos el control del proceso.
De libro "Las claves de la felicidad"